Pero la sociedad mundial ha alcanzado este grado de desarrollo bajo la dominación burguesa del capital social, en la etapa del Capital Monopólico y Financiero Transnacional, razón dialéctica por la cual la explotación capitalista de la subjetividad productiva ampliada de la clase obrera, va arrojando a la mayor parte de la humanidad a una vida miserable, a la que no garantiza ni la subsistencia biológica, marginándola de la producción social y determinándola como “población sobrante” para el capital. El CFT ha forzado así una configuración social inhumana, para la mayor parte de la humanidad. Todo el sistema, administrado políticamente por las oligarquías burocráticas de los Estados Nacionales, sólo para que un selecto conglomerado de clases sociales parasitarias vivan en la opulencia más obscena, retrógrada y criminal que ha engendrado la historia.
Aunque parezca paradójico, la 3º Revolución Científica y Tecnológica, dentro del marco de la explotación capitalista del trabajo, ha puesto a disposición de la humanidad las herramientas imprescindibles para superar la contradicción fundamental de la etapa, el antagonismo entre:
• el despliegue de una subjetividad productiva ampliada, técnicamente cualificada, científica (y por ello, patrimonio de la humanidad) volcada a la producción social,
• y una modalidad arbitraria, innecesaria y voraz de apropiación privada del capital social, producido y ampliado por el trabajo humano socialmente organizado, cuando es reducido -mediante coacción- a “mercancía”, en la compra-venta forzada de trabajo por salario.
Y hablamos sólo de “apariencia” paradojal. Porque ante una primera mirada, en superficie, se ven grandes poblaciones humanas diezmadas, excluidas de la producción y el consumo, enajenada de su capacidad productiva, imposibilitada de participar de los valores culturales más genuinos de la humanidad. En ese sentido, el CFT ha reducido a un vastísimo sector de la población a la condición de “sobrante”, en el preciso momento histórico en que la subjetividad productiva humana se ha ampliado y avanzado cualitativamente, al punto de poder garantizar condiciones de vida más que dignas para todos. Pero entonces, ¿por qué estas masas de excluidos no encabezan una rebelión social que resuelva la marginación?. Porque desde su situación social objetiva, es decir, desde el punto de vista materialista del desarrollo de la subjetividad productiva de ese sector de la clase obrera, se encuentra concretamente privado de la relación de producción, de la capacidad de movilizar los recursos técnicos y, con ello, de las posibilidades concretas de aspirar a dirigir y organizar la producción social general, y administrar inteligente y estratégicamente el capital social. Entonces, cualquier política “reformista” debería plantearse para este sector, al menos, la inclusión en el sistema de explotación privada del trabajo, mediante el salario y otros derechos sociales. Pero una política revolucionaria no puede conformarse con eso.
Otra parte de la población, es “necesaria” para el capital, en tanto proveedora de la única “mercancía” capaz de aumentar el valor de un bien al consumirla, mediante la incorporación de trabajo humano no pagado (plusvalía) transferido a la realización del valor del bien o servicio en el mercado, con apropiación privada del excedente de valor del trabajo impago. Ahora bien, esta condición de “necesaria para la explotación capitalista” va acompañada actualmente por las características de “abundante” y “sustituíble” mediante la “flexibilización” de las relaciones de producción, de “contratación” del trabajo, empleo no asalariado, etc.
Estas características y las condiciones que debe reunir mediante su “educación”, constituyen a este sector de la clase obrera “activa” o “empleable”, en portador de la subjetividad productiva necesaria, restringida o precaria. La subjetividad permitida, es decir, aquella que las torna aptas y funcionales para ser explotadas de manera selectiva e intensiva dentro del marco de la división capitalista, monopólica y transnacional, del trabajo.
La intensificación de la explotación privada del trabajo social, en la etapa del CFT, convierte a este segmento de la clase obrera en fuerza de trabajo degradada y barata.
Su formación como tal, requiere de su “educación” un aprovisionamiento de capacidades mínimas, reducida sólo a la adquisición y empleo o disponibilidad de unas cuantas destrezas operativas elementales. Pero a la vez, necesita revestirlas de una fuerte capacidad de “asimilar” sumisamente el férreo disciplinamiento social, y de “tolerar” la constante y perversa manipulación moral e ideológica a que la somete la explotación a manos del CFT.
Este sector de la clase obrera, hasta hace poco pudo ser considerado como el sujeto social histórico de la revolución, o su componente mas avanzado y pujante. Pero hoy ha sido afectado de tal modo por el CFT, que ya no ocupa ese lugar, al ser desplazado del sitio estratégico -central- de la producción de la etapa anterior, en que la máquina actuaba y funcionaba “bien” sólo si la destreza del operario, el productor directo, el obrero, la activaba.
En la producción monopólica transnacionalizada contemporánea, el obrero industrial se ha visto enajenado de la posición de “centralidad estratégica” en el proceso productivo. Ya no reúne todas las condiciones -técnicas, conceptuales y organizacionales- que requieren hoy los sistemas programados y automatizados de producción masiva y diversificada de bienes. En consecuencia, ya no ejerce el control efectivo ni el potencial dominio práctico de los instrumentos estratégicos de la producción. Cada vez más es impulsado a convertirse en un apéndice auxiliar de la maquinaria programada para realizar las tareas automáticamente.
Es en otro lugar donde se diseñan los programas y se montan los sistemas de fabricación programables aplicados a maquinarias automatizadas, que sólo una capacitación más amplia y calificada permite comprender y operar. Así, el Capital Monopólico Transnacional ha transformado el trabajo “vivo” del productor directo de la etapa anterior -el obrero industrial- en trabajo “muerto” o “artificial” de los sistemas tecnológicos de automatización y control de la producción, mediante la aplicación y gestión del conocimiento científico.
En este contexto, entonces, es necesario que el sector de la clase obrera “activa”, portadora de subjetividad productiva estancada por el CFT, pero integrada al trabajo remunerado, impulse una enérgica lucha por disminuir los inhumanos niveles de intensificación de la explotación y la actual degradación de las condiciones de realización del trabajo, pugnando por trabajo genuino convenientemente asalariado. Y ello por varias razones:
• por una cuestión de dignidad y justicia en la distribución del esfuerzo y el beneficio,
• por la impostergable necesidad de formarse técnica y científicamente,
• por una irreductible solidaridad de clase, que incluya inicialmente a la población de trabajadores desocupados, y luego a la de desempleados o de empleados en negro, hasta alcanzar la situación de trabajo genuino y asalariado convenientemente, y
• por sostener la perspectiva estratégica de recuperar -mediante la mejor formación y la capacitación permanente y adecuada- la posición de “centralidad estratégica” en el dominio operativo de los sistemas de producción más complejos y avanzados, y desarrollar -sobre esa base- la subjetividad política apta para dirigir la producción social.
Por otra parte, una mirada más penetrante, alcanzará a percibir un hecho social nuevo y singular: la diversificación y fragmentación interna de la clase obrera contemporánea -operada por el CFT, sobre la base del desarrollo histórico de la subjetividad productiva- lleva a caracterizar a un sector propio de ella como emergente característico del actual desarrollo del capitalismo, en su etapa de monopolización y centralización transnacional. Estamos hablando del surgimiento progresivo de un componente definitorio y clave de la clase obrera, el sector portador de subjetividad productiva ampliada, de elevada capacitación técnica y sólida formación científica, con conciencia crítica respecto de su posición en la organización y gestión de la producción social. Este nuevo sector de la clase obrera, producto de la intensificación de la puja monopólica a nivel transnacional, es a la vez su principal amenaza.
Las condiciones de existencia del monopolio, están jugadas a la capacidad de acumulación, concentración y centralización del capital que logre alcanzar. Y estas dependen del mayor monto de ganancia neta que logren apropiarse o, lo que es su correlato, la imposición de la más alta tasa posible de extracción de plusvalía a la clase obrera. De allí proviene su poder económico y político, el requerido para imponer su primacía a los competidores, doblegarlos luego, y finalmente destruirlos, con la consiguiente pérdida de fuerzas productivas sociales.
Dada esta dinámica irracional del monopolio, el CFT se ha visto necesitado de promover “ventajas tecnológicas comparativas” en sus sistemas productivos. Lanzados a esta ciega y voraz carrera por el dominio exclusivo de los mercados de consumo, los monopolios transnacionales han propiciado las condiciones de producción y aplicación de conocimientos científicos, directamente a los procesos productivos. Para ello se vio precisada de promocionar a un sector del trabajador colectivo, a asumir crecientemente la transferencia tecnológica de conocimiento científico a la producción capitalista.
Éste, y no otro, es el proceso de salto adelante cualitativo en el desarrollo de las fuerzas productivas, denominado y conocido popularmente como Tercera Revolución Científica y Tecnológica. Éste, y no otro, es el rasgo definitorio de la transnacionalización monopólica y financiera en esta etapa del capitalismo, denominado y conocido popularmente como “globalización”. Y ésta, y no otra, es la singular circunstancia histórica en la que emerge un sector diferenciado y propio de la clase obrera, portador de una subjetividad productiva ampliada, con elevadísimos niveles de formación teórica, extendidas capacidades de organización social y elevado potencial de desarrollo y transferencia de una subjetividad política colectiva, avanzada y crítica. Del cauce político que transite desde el presente hacia el futuro, dependerá la posibilidad de que se constituya como el núcleo estratégico de su clase, e impulse a ésta como nuevo “sujeto social revolucionario” del capitalismo avanzado, vigente en Argentina y en América Latina.
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