HACIA UNA DE LAS ESTRATEGIAS POLÍTICAS FUNDAMENTALES PARA LA REVOLUCIÓN:AMPLIAR LA CULTURA PRODUCTIVA DE LA CLASE OBRERA

1. PRESENTACIÓN

Partimos de asumir una posición teórica, materialista y dialéctica, ante la historia social. Hemos desarrollado antes (EC, Oct. 2004) los fundamentos en los que se basan la decisión ontológica de esa toma de “partido”, y la única definición política, práctica, que le es coherente: asumir una posición “de clase” ante la “materialidad viva” del proceso social. Especificamos allí, que el hecho más propiamente social, el trabajo humano, en tanto despliegue colectivo de la subjetividad productiva, es a la vez el fenómeno más empírico del devenir del “sujeto histórico”. En él se funda el punto de vista más objetivo y -por lo tanto- científico: asumir la “existencia material” de la subjetividad productiva de la clase obrera.

Entiéndase bien: no es una posición pragmática, economicista, obrerista. Tampoco es una posición teórica sin anclaje en la realidad, dogmática, idealista. En esta posición, se encuentra el sentido y se elabora el significado del “hecho” más radicalmente social: el trabajo humano. Desde allí partimos para comprender que las condiciones de existencia de la humanidad, se desarrollan en histórica correspondencia con el despliegue de las fuerzas productivas en ciertas relaciones de producción. Ambas dimensiones “empíricas” del hecho social del trabajo, son manifestaciones objetivas del modo de producción de la vida social, configurado históricamente sobre la base de la capacidad productiva conciente del trabajo colectivo humano: determinación dialéctica del desarrollo de su subjetividad productiva. Sobre ella se desarrollan los modos de producción y las estructuras políticas y simbólicas -en sentido amplio, la cultura- que la regulan, y a la que condiciona y modifica como polo dialéctico y fuerza material emancipatoria, revolucionaria, del trabajo y la sociedad humana.

Ahora bien, el desarrollo social experimentado en el último siglo, ha manifestado con la mayor crueldad imaginable, la irracional y arbitraria opresión que ejerce el capital social acumulado bajo la forma de “propiedad privada” de la burguesía, cuando ésta realiza su dominación social, imponiendo las condiciones de producción y reproducción social. Mediante esta imposición, toma a su cargo -como parcialidad social polarizante, mediante la violencia social ejercida en la apropiación originaria- el mando de las “estructuras sociales” y las instituciones políticas (de sustrato material e ideológico, como antes “el reino”, luego “el feudo”, y recientemente “el Estado-Nación”), en tanto órganos de regulación y control de la capacidad productiva del trabajo humano.

Actualmente, la subjetividad productiva de la clase obrera, es la fuerza productiva de mayor desarrollo en amplitud de actividades, profundidad de conocimientos, intensidad de explotación y extensión espacial (global, planetaria) que ha conocido la historia de la humanidad. La subjetividad productiva de la clase obrera, ahora extendida a escala mundial -a expensas del CFT- ha alcanzado el grado más elevado de su desarrollo, transformándose cualitativamente, y adquiriendo así, progresivamente, la categoría de “subjetividad productiva ampliada”, de carácter científico.

Su capacidad transformadora se ha intensificado hasta lograr un potencial nunca antes conocido. La sociedad humana ha venido desarrollando las condiciones materiales aptas para plantearse un cambio histórico en sus modos de producción, circulación, distribución y consumo de los bienes necesarios para la vida y agradables para sus valores culturales. Este proceso se aceleraría en el marco de un salto político-social emancipatorio que recupere para los productores las actuales posibilidades alcanzadas de auto-organización de la vida social