Por un 1° de Mayo
con la clase obrera como sujeto histórico
para un cambio revolucionario.
En un nuevo aniversario del 1° de Mayo, más allá del merecido recordatorio, creo que es necesario correr el eje y transformar el acto simbólico en un campo de debate imprescindible para discutir al trabajador, al obrero o mejor dicho a su clase.
La clase obrera viene siendo bastardeada desde hace unas cuantas décadas, y lo peor del caso es que quien lleva la iniciativa es una burguesía retrograda, incapaz de dirigir el avance de las fuerza de producción a nivel mundial sin provocar grandes sangrías en la clase obrera y en las grandes masas empobrecidas.
El gran avance en el desarrollo del capitalismo producido por la ultima revolución tecnológica de los años ’80 con la consiguiente concentración y centralización del capital, sumado a la capacidad de deslocalizar los sistemas de producción de acuerdo a sus necesidades, ha logrando abaratar costo y aumentar las ganancias, reduciendo en cantidad a la clase obrera. Esta nueva realidad material se ve reflejada en la lucha ideológica, la que lleva a cabo la burguesía en contra del proletariado y dentro del mismo campo popular entre sus distintas corrientes, ocasionando profundas disidencias a la hora de diseñar políticas que nos permitan aunar esfuerzos, estas diferencias son un punto de inflexión que pone en cuestionamiento el rol histórico de la clase obrera y su protagonismo político.
La muerte de las ideologías ya es un viejo argumento elaborado por la burguesía para seguir socavando al campo revolucionario luego de la caída del muro de Berlín y el derrumbe del bloque socialista, que a pesar de los autoritarismos, las desviaciones, la burocracia y la falta de autocritica fue un fuerte referente y una contención al avance del imperialismo. La desaparición del “socialismo” se convirtió en un golpe mortal del cual todavía no hay muestras de recomposición.
Y aunque esta teoría ya sea vetusta las organizaciones revolucionarias siguen acarreando el lastre de la incomprensión y la adaptación de la teoría marxista a la actualidad de los tiempos que transcurren.
El gran desarrollo tecnológico ha transformado al viejo obrero de la manufactura fordista en un obrero técnicamente calificado, con altos contenidos en conocimientos de informática, robótica y comunicaciones, que maneja la producción en plantas con los mejores adelantos científicos logrando niveles de productividad nunca antes conocidos. Esto permite que en Argentina, por ejemplo, se puedan producir 600000 autos por año a un promedio de 1650 autos diarios, una cifra que deslumbra. Y esto niveles de productividad se expresan en todos los rubros, sino no se podría explicar la invasión de productos asiáticos, especialmente chinos, donde la tecnología aplicada por una clase obrera disciplinada milenariamente hace la panacea a la burguesía transnacionalizada de China.
Este gran avance tecnológico, a la vez que ha acrecentado exponencialmente la producción, ha disminuido considerablemente la masa de obreros y ha desarrollado, por un lado, un amplio sector dedicado a la comercialización y a los servicios, y por otro lado, ha expulsado una gran cantidad de personas hacia la marginación, erradicándolas de todo trabajo posible, imposibilitándolas de producir su propia supervivencia y finalmente transformándolas en población sobrante, la cual nunca volverá acceder a un trabajo digno.
Esta “población sobrante” hace referencia a una situación distinta al antiguo ejército de reserva de la clase obrera, el cual cumplía el rol de regular los salarios a la hora de los reclamos por parte del proletariado y que tarde o temprano se reinsertaba en la producción debido a la necesaria rotación que regulaba el salario.
“La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción, y con ello todas las relaciones sociales. (…) Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas, y están destruyéndose continuamente. Son remplazadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas (…) En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban así misma, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones.” (1)
Nada más claro que lo anterior, y eso que fue redactado en 1848, las condiciones materiales crean las posibilidades para revolucionar los modos de producción desarrollando las industrias y transformando las relaciones sociales.
Está claro que todos estos avances han disminuido en cantidad a la clase obrera, ahora lo que está en cuestión es si también ha transformado su rol histórico en los cambios sociales.
Muchos grupos en la diezmada izquierda discuten su rol, algunos construyen sujetos históricos en sectores que ni siquiera pertenecen a una clase y otros la revalorizan pero muchas veces de forma dogmática.
Existe una realidad que como siempre debe interpretarse desde una visión clasista, sin perder de vista el contexto histórico, los procesos políticos, los estadios de los mismos, la subjetividad alcanzada por las masas y el grado de consenso logrado por la burguesía y todos estos aspectos deben ser debatidos en forma colectiva con los compañeros insertos en sus lugares de trabajo.
Sin embargo, hay un gran problema a la hora de conjugar la política con la práctica organizativa, ya que en las principales industrias transnacionalizada , aquellas que por su peso económico tienen un rol destacado tanto en la economía como en la política “nacional” y marcan las condiciones del desigual intercambio, los obreros debido a sus conocimientos, a sus luchas y al alto grado de productividad que tienen han accedido a salarios relativamente altos en comparación de la gran mayoría de trabajadores, con lo cual la tarea de concientización y de acercamiento hacia posiciones revolucionarias es mucho más compleja.
Esta situación es la que complica la tarea de las organizaciones revolucionarias y también es la que alienta las posiciones socialdemócratas a desmerecer el rol de la clase obrera, otorgándole su rol histórico a otros sectores que debido a su condición de pobreza parecerían más inclinados a posiciones políticas de “izquierda”.
Esta revalorización de sectores empobrecidos muchas veces marginados de la producción es producto tanto de desviaciones ideológicas como del buen trabajo del enemigo y sus servicios de inteligencia, porque ellos más que nosotros saben del potencial que se encuentra en la clase obrera, la única verdaderamente revolucionaria por ser el producto más peculiar en el gran desarrollo de la industria, ya que las demás van degenerando y se van transformando según el desarrollo de los modos de producción. Y la historia como siempre nos demuestra la veracidad de la ideología del proletariado, para aquellos que en el 2001 agoraban la revolución por el aumento de los desocupados y las organizaciones piqueteras, en los escasos años que han transcurrido podemos observar que la gran mayoría de las organizaciones piqueteras o se convirtieron en mano de obra barata y clientelar de la burguesía de turno o se desintegraron transformándose en cooperativas subvencionadas y en el mejor de los casos solo unos pocos han accedido algún tipo de trabajo temporario, solo un pequeño grupo ha podido consolidar su organización pero no han logrado trascender las fronteras de sus territorios ni elevarse en referentes políticos de otros sectores o clases.
Por consiguiente volvemos a plantearnos quien es el sujeto histórico que se transformara en el conductor y en la dirección política de un cambio revolucionario. Quienes seguimos reafirmarnos las respuestas ya escritas por Marx, hace casi 200 años, porque vemos en sus escritos la capacidad de haber dilucidado el avance de las fuerzas de producción y el desarrollo logrado por el capital para su continua reproducción, entendemos que la clase obrera sigue siendo el producto más peculiar de la industria, aun en su avance más novedoso, que es la única capaz de seguir impulsando y dirigiendo un verdadero proceso revolucionario, a pesar de su disminución numérica, por ser portadora de los conocimientos técnicos en un presente cada vez más tecnificado y esencialmente por tener la naturalidad del trabajo colectivo y su valor estratégico para seguir reproduciendo su propia existencia y el de las demás clases.
El actual desafío es tratar de aunar esfuerzos entre las distintas organizaciones en un debate sincero, humilde y audaz con los tiempos que corren y nos impone la burguesía en su embate ideológico, despojarnos de prejuicios y recorrer un camino de entendimiento como nos demanda la situación histórica que nos empuja a tomar acciones y decisiones profundas y revolucionarias.
Guillermo Castelli.
Referencias
(1) Marx, C. y Engels, F. El manifiesto del partido comunista. Buenos Aires: Anteo. Pág. 39.
Me parece bien la intención de la nota y el contenido político, pero me parece que el análisis de la clase trabajadora está bastante errado porque los sectores que demandan mano de obra calificada no son la mayoría y la cantidad de obreros en el mundo no es menor sino mayor a la que existía en los tiempos de Marx.
ResponderEliminarPor si te interesa leer otras fuentes sobre este tema, te paso un link de una nota que habla justamente de eso (es de hace algunos años, pero la tendencia que señala no perdió vigencia): http://www.ft-ci.org/article.php3?id_article=36?lang=es
Saludos!
Anechka
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarTe agradezco el comentario y de paso voy a revisar el link, pero tomo como referencia la revolución tecnologica-informatica de 1980 para hablar de la reducción de la clase obrera hasta la actualidad, saludos.
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