La concentración transnacional de la riqueza y el poder político tiende a eliminar la capacidad del estado nacional de asimilar demandas sociales. Esta tendencia objetiva, deriva de las condiciones y contradicciones del proceso de valorización del capital en la actual etapa de desarrollo del imperialismo y es complementada, legitimada y reforzada en el ámbito de la subjetividad por la doctrina neoliberal. El Estado actual, ha sufrido una cantidad de transformaciones que lo fueron adaptando a las nuevas necesidades de la actual alta burguesía transnacionalizada. Esto significa que ya no estamos en presencia del antiguo estado republicano y parlamentarista del siglo XIX, donde la clase burguesa en ascenso necesitaba de este instrumento para disputarle el poder a la monarquía y aristocracia feudal, ni tampoco estamos ante el Estado Benefactor de los ’40, cuya función era una distribución, si bien no equitativa, al menos un poco más “equilibrada” entre el capital y el trabajo. Bajo esas circunstancias, la enorme masa de plusvalía extraída a las clases proletarias era repartida entre la gran burguesía ligada al capital extranjero y las burguesías nacionales. Este proceso se registra también en Argentina, ya que la burguesía nacional -expresada en ese momento por el peronismo-era poseedora de un poder determinado por la cuota de plusvalía relativa que manejaba, accediendo a un importante porcentaje de la renta nacional. De esta manera -y con la clase obrera tras un proyecto nacional populista-era capaz de disputarle algún espacio de poder tanto a la gran burguesía importadora,
como a la oligarquía terrateniente agroexportadora. Desde mediados de los ’70, el Estado vuelve a tener una vuelta de rosca y experimenta otra transformación estructural, dejando de jugar ese papel de ente mediador entre las clases altas concentradas y la burguesía nacional y con cierta permeabilidad a las demandas sociales, y convirtiéndose en una herramienta que responde directamentea la clase más concentrada la Burguesía Financiera Monopolista transnacional, que surge como producto de la fusión de los capitales de la industria y de los bancos, ligada de forma directa a capitales monopólicos del resto de los países. El Estado pierde por completo su papel de mediador en la disputa por el poder y asume el control total de la sociedad en representación de los intereses de laoligarquía financiera transnacional, imponiendo una nueva organización de lasrelaciones sociales y económicas a través de la sangrienta política de la dictaduramilitar.
En los ’90 las fuerzas productivas son portadoras de otra revolución científico-técnica, comparable, tal vez a lo que fue la revolución industrial del siglo XVII. En este nuevo proceso se produjo por un lado una altísima concentración de capitales, a través de diversas fusiones y oscuras asociaciones, trascendiendo ahora las antiguas fronteras nacionales, y por el otro una asombrosa descentralización integrada de la producción, lo que le confiere a este nuevo capitalismo la capacidad de producir en todo el mundo y al mismo tiempo distintas partes de un mismo producto. Se va apoderando así, de una enorme masa de plusvalía -con incrementos adicionales por la diversificada localización de fuerzas de trabajo a nivel mundial-y de innumerables beneficios que les “otorgan” las derrotadas burguesías nacionales: bajar sus costos de producción, intensificar la explotación del trabajo y aumentar la ganancia relativa, entre otras cosas. Este nuevo Estado va perdiendo de forma constante su carácter de identidad nacional y comienza a convertirse en un organismo tendiente a la conformación de un gran “Estado Transnacional” que por supuesto no es ajeno a la puja ínter imperialista. Estas formas emergentes de organización de las sociedades a nivel mundial, de ningún modo puede ser vista de manera cristalizada, sino como una tendencia histórica queestá materialmente inmersa en la lucha de clases a nivel mundial, y en las propiascontradicciones que generan los distintos bloques de países capitalistas que sefueron y se irán asociando, como expresión de esta nueva estrategia imperialista. Y, si bien estos Estados no han perdido el adjetivo de “democráticos”, su principal interés objetivo nada tiene que ver con el arbitraje de nuevas disputas sociales, sino más bien con asegurar la sanción, vigencia y cumplimiento de una serie de nuevasreglamentaciones y legislaciones a escala internacional, que permitan ampliarla continua circulación de capitales y, a su paso, la apropiación del capital total de cualquier mercado capaz de absorber alguna mercancía. Para ello, al mismo tiempo tendrá que disciplinar -y seguramente, reprimir-a esa creciente y crispada masa de población sobrante, desocupados y marginados que, bajo el dominio político del CFT, ya no tendrá posibilidades de acceder, mediante un empleo digno, a ningún mercado.
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