Mariano Moreno

Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas iluciones sucederán a las antiguas, y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.
Mariano Moreno

sábado, 14 de mayo de 2011

7. El Estado Capitalista y su Cambio de Rol Estratégico

La concentración transnacional de la riqueza y el poder político tiende a eliminar la capacidad del estado nacional de asimilar demandas sociales. Esta tendencia objetiva, deriva de las condiciones y contradicciones del proceso de valorización del capital en la actual etapa de desarrollo del imperialismo y es complementada, legitimada y reforzada en el ámbito de la subjetividad por la doctrina neoliberal. El Estado actual, ha sufrido una cantidad de transformaciones que lo fueron adaptando a las nuevas necesidades de la actual alta burguesía transnacionalizada. Esto significa que ya no estamos en presencia del antiguo estado republicano y parlamentarista del siglo XIX, donde la clase burguesa en ascenso necesitaba de este instrumento para disputarle el poder a la monarquía y aristocracia feudal, ni tampoco estamos ante el Estado Benefactor de los ’40, cuya función era una distribución, si bien no equitativa, al menos un poco más “equilibrada” entre el capital y el trabajo. Bajo esas circunstancias, la enorme masa de plusvalía extraída a las clases proletarias era repartida entre la gran burguesía ligada al capital extranjero y las burguesías nacionales. Este proceso se registra también en Argentina, ya que la burguesía nacional -expresada en ese momento por el peronismo-era poseedora de un poder determinado por la cuota de plusvalía relativa que manejaba, accediendo a un importante porcentaje de la renta nacional. De esta manera -y con la clase obrera tras un proyecto nacional populista-era capaz de disputarle algún espacio de poder tanto a la gran burguesía importadora,

como a la oligarquía terrateniente agroexportadora. Desde mediados de los ’70, el Estado vuelve a tener una vuelta de rosca y experimenta otra transformación estructural, dejando de jugar ese papel de ente mediador entre las clases altas concentradas y la burguesía nacional y con cierta permeabilidad a las demandas sociales, y convirtiéndose en una herramienta que responde directamentea la clase más concentrada la Burguesía Financiera Monopolista transnacional, que surge como producto de la fusión de los capitales de la industria y de los bancos, ligada de forma directa a capitales monopólicos del resto de los países. El Estado pierde por completo su papel de mediador en la disputa por el poder y asume el control total de la sociedad en representación de los intereses de laoligarquía financiera transnacional, imponiendo una nueva organización de lasrelaciones sociales y económicas a través de la sangrienta política de la dictaduramilitar.

En los ’90 las fuerzas productivas son portadoras de otra revolución científico-técnica, comparable, tal vez a lo que fue la revolución industrial del siglo XVII. En este nuevo proceso se produjo por un lado una altísima concentración de capitales, a través de diversas fusiones y oscuras asociaciones, trascendiendo ahora las antiguas fronteras nacionales, y por el otro una asombrosa descentralización integrada de la producción, lo que le confiere a este nuevo capitalismo la capacidad de producir en todo el mundo y al mismo tiempo distintas partes de un mismo producto. Se va apoderando así, de una enorme masa de plusvalía -con incrementos adicionales por la diversificada localización de fuerzas de trabajo a nivel mundial-y de innumerables beneficios que les “otorgan” las derrotadas burguesías nacionales: bajar sus costos de producción, intensificar la explotación del trabajo y aumentar la ganancia relativa, entre otras cosas. Este nuevo Estado va perdiendo de forma constante su carácter de identidad nacional y comienza a convertirse en un organismo tendiente a la conformación de un gran “Estado Transnacional” que por supuesto no es ajeno a la puja ínter imperialista. Estas formas emergentes de organización de las sociedades a nivel mundial, de ningún modo puede ser vista de manera cristalizada, sino como una tendencia histórica queestá materialmente inmersa en la lucha de clases a nivel mundial, y en las propiascontradicciones que generan los distintos bloques de países capitalistas que sefueron y se irán asociando, como expresión de esta nueva estrategia imperialista. Y, si bien estos Estados no han perdido el adjetivo de “democráticos”, su principal interés objetivo nada tiene que ver con el arbitraje de nuevas disputas sociales, sino más bien con asegurar la sanción, vigencia y cumplimiento de una serie de nuevasreglamentaciones y legislaciones a escala internacional, que permitan ampliarla continua circulación de capitales y, a su paso, la apropiación del capital total de cualquier mercado capaz de absorber alguna mercancía. Para ello, al mismo tiempo tendrá que disciplinar -y seguramente, reprimir-a esa creciente y crispada masa de población sobrante, desocupados y marginados que, bajo el dominio político del CFT, ya no tendrá posibilidades de acceder, mediante un empleo digno, a ningún mercado.

lunes, 25 de abril de 2011

6. Transnacionalización Capitalista y Unidad Política Global

El proceso de transnacionalización trae aparejados sucesivos cambios políticos en la superestructura social. La actual acumulación concentrada de capitales y la centralización de su circulación necesitan estructuras políticas que se correspondan con los modos de producción actuales. Esto significa que las formas organizativas que adoptan los sistemas de producción y comercialización deben ser acompañadas, de nuevas formas políticas que dinamicen las nuevas necesidades. El afianzamiento del viejo sistema capitalista, necesitó de un determinado tipo de Estado-Nación, con sus instituciones y sus características (control de fronteras, aduanas, ejércitos nacionales, etc.), elementos indispensables para que la clase burguesa -en su fase de asenso-lograra dirigir el desarrollo de las fuerzas productivas y consolidar el avance de ese modo de producción social, para asegurarse la apropiación del capital social producido mediante la extracción de plusvalía. Ahora bien, en virtud de la singular conjunción en el presente de tres procesos histórico-sociales fundamentales:



• la continuidad del proceso de crecimiento y aglomeración de la población mundial,

• la descentralización integrada de los medios y métodos de producción y

• a concentración de la propiedad capitalista mediante control centralizado de mercados diversificados,
   el incesante desarrollo conduce a la universalización de las relaciones de producción.

De allí que, el sujeto histórico rector de la sociedad burguesa -el capital-traspasa en forma, velocidad y magnitud, el tipo de industria pre-monopolista, la cual necesitaba de un espacio político “nacional” que se correspondiera con el también nacional espacio de rotación del capital, dentro del cual el Estado-Nación estaba llamado a mantener la dominación de clase que garantizara las condiciones para su continua valorización. Antes de terminar el siglo XIX una nueva revolución en las fuerzas productivas (basada en la electricidad que sustituye al vapor) da origen al monopolio. Esta nueva categoría dentro de las unidades económicas -capaz de negar la libre concurrencia-es estudiada por Engels. Luego con el advenimiento de la primera guerra mundial, Lenin avanza en el estudio y comprensión de las nuevas transformaciones que estaba sufriendo el monopolio y la recomposición de la clase burguesa que, aunque hegemonizaba el desarrollo de los monopolios, también había sido sometida a cambios. Un sector minoritario de esa burguesía comprendió que, para que determinados monopolios pudieran desarrollarse más y acumular más poder, necesitaba fundirse a la maquinaria política del Estado, ya que esta herramienta le permitiría acrecentar más su capital, por poder tener acceso a determinadas instituciones, logrando aceitar más y mejores mecanismos de regulación social y control económico, incorporando grandes masas de población como potenciales “clientes” o “consumidores”, que le asegurarían suculentas ganancias. Esta etapa se denominó Capitalismo Monopolista de Estado, alcanzada la cual ya no era toda la burguesía, sino solamente una élite la que sustentaba elpoder político del Estado, pero aun dentro de las fronteras nacionales. O sea que la rotación del capital se sucedía o completaba dentro de los limites nacionales -aun teniendo en cuenta los incipientes procesos de intercambio de comercio internacional-. De esta manera llegamos al final del siglo XX, sobre todo los ’80 y ’90, donde la tercera revolución científico-tecnológica, hizo posible que esos monopolio nacionales, que se habían fundido a la maquinaria del estado, se transformaran en un conglomerado monopólico transnacional, y que los diferentes ciclos nacionales de rotación del capital se transformaran en un ciclo único transnacional, en el cual el monopolio es capaz de anular la libre concurrencia y ejercer su dominación económica a escala universal. “La consecuencia obligada del proceso de concentración transnacional de la producción y la propiedad es el asenso del sistema capitalista a un peldaño superior de centralización política, que rebasa las fronteras del Estado-Nación. Con otras palabras, el monopolio transnacional necesita colocar al mundo bajo un solo gobierno, una sola ley, un solo interés, en este caso un interés imperialista transnacional. Surge así el capitalismo monopolista transnacional”. Lenin estimaba que el proceso de absorción de todas las empresas sin excepción y de todos los estados nacionales sin excepción, seria interrumpido por el estallido de las contradicciones imperialistas: “No cabe duda de que la tendencia del desarrollo es hacia un trust único mundial, que absorberá todas las empresas sin excepción y todos los Estados sin excepción. Pero ese desarrollo se opera en tales circunstancias, con tal ritmo, en medio de tales contradicciones conflictos y conmociones -no solo económicas, sino también políticos, nacionales, etc.-que sin duda alguna antes de que se llegue a un trust mundial único, a una asociación mundial ultraimperialista de los capitales financieros, inevitablemente estallará y el capitalismo se transformará en su contrario”. El concepto de capitalismo monopolista transnacional no presupone que este haya roto toda articulación con el Estado capitalista. Mas bien, la creciente integración subalterna de los Estados por los monopolios transnacionales -en el presente-se convierte en el núcleo fundamental de la concentración transnacional de la propiedad, la producción y el poder político, que constituye el signo distintivo del imperialismo contemporáneo. La función de este núcleo de poder político transnacional -Imperialismo-es imponer normas y mecanismos que garanticen la reproducción ampliada del capital en cualquier punto del planeta, tanto mediante la acción directa de los monopolios y los estados capitalistas con que estos se encuentran fundidos, como a través de los organismos supranacionales a su servicio, como el F.M.I., el B.I.D. y el Banco Mundial.

La concentración transnacional de poder político en manos de los principales centros imperialistas, en especial los de origen norteamericano, tiene como contrapartida la desnacionalización del poder político en los estados capitalistas más débiles, y más aún en los estados capitalistas subdesarrollados. Este proceso se caracteriza por la degradación, descomposición y disolución de los estados y sus instituciones, la atrofia de sus funciones nacionales y la asunción de funciones transnacionales subordinadas. Los diferentes estados, con sus distintos grados de poder, van disminuyendo sus características de organismos soberanos nacionales, y lentamente comienzan a adquirir los códigos y patrones que le impone la voraz maquinariatransnacional, convirtiéndose progresivamente en un apéndice de su organismo.

domingo, 3 de abril de 2011

Situación Nacional

Tratar de analizar la situación política actual, nos demandará el esfuerzo de comprender cómo finalizó la década del ´90 con Menem a la cabeza. El neoliberalismo de los ´90 estuvo encabezado por el bloque más conservador y reaccionario, representantes de la alta burguesía (financiera, monopólica y agraria) que ya habían iniciado (sobre todo con la última dictadura cívico-militar) un avasallamiento sobre el estado nacional, con el objetivo de generar el andamiaje legislativo y judicial para poder llevar a cabo sus planes de saqueo de riquezas.


Durante el primer gobierno Menemista se llevó a cabo una profunda reestructuración del modelo de acumulación capitalista, a través de lo que se llamó “programa de reformas estructurales” que contemplaba una vertiginosa privatización y desprendimiento de empresas públicas y nacionales, la des-regularización generalizada de los mercados internos y la apertura externa a los flujos de mercancías y capitales, más financieros que productivos. Por supuesto todo esto pudo ser aplicado con suma precisión debido a la complicidad de la gran mayoría del sindicalismo peronista y de los diversos partidos tanto de derecha como de las mal autodenominadas izquierdas, y por una extensa y muy bien orquestada campaña periodística, de todos los grandes medios de difusión.

La mayor integración del mercado local en el mercado internacional, tuvo como resultado una fuerte presión de los monopolios internacionales hacia sus cedes locales y lo poco que quedaba de monopolio “nacional”, para poder entrar en la competencia mundial. La resultante de esto fue un alto disciplinamiento social, que consolidaría la nueva relación de fuerzas entre las clases y fracciones de clases impuestas durante la crisis inflacionaria. Esta consolidación de una nueva relación de fuerzas sería condición de posibilidad para la posterior restructuración de la acumulación y recomposición de la dominación capitalista.

La amenaza de hiperinflación, que pendía por sobre las cabezas de nuestro pueblo y de las clases subalternas, como espada de Damocles, fue la solución de más peso a la hora de contener a una clase trabajadora desconcientizada y traicionada por su dirigencia y a una mal auto denominada burguesía nacional, con los sectores medios que pensaban ser convidados de las ganancias producto de la entrega del país a los capitales que profundizaban sus lazos con el capital monopólico y financiero transnacionalizado.

Este proceso de entrega y re-estructuración capitalista no se podría haber llevado a cabo sin toda una normativa legal que le permitiera al capital poder seguir en la competencia en algunas ramas de extracción primaria con el mercado mundial, y para esto recorto ferozmente beneficios y conquistas sociales que supo conseguir la clase obrera a través del tiempo, decretando y o votando en ambas cámaras legislativas leyes de flexibilización laboral, extendiendo las jornadas de trabajo, expulsando del Estado una enorme cantidad de empleados y, en complot con el sindicalismo, avalar el despido de millones de trabajadores de todo el país.

El menemismo que se había enfrentado a la renovación peronista encabezada por Cafiero, y le había ganado la interna con la parafernalia del poncho y el caballo, y el financiamiento a través del dinero que montoneros giraba desde el exterior, hicieron posible que el pueblo abandone la desdicha radical y se suicidara con el menemismo.



En estas condiciones transcurrió la década del ´90. Ya entrado el 2001 y con de la Rúa en la gestión, el proceso de centralización y concentración de capitales seguía su marcha, pero la crisis que se venía profundizando, sobre todo por las condiciones sociales en que estaba sumergido el pueblo, estaba llegando a su punto máximo.

Es así que, en diciembre de 2001, estalla dicha crisis producto de las últimas medidas, que terminaron por rebalsar la dilatada tolerancia social con los arbitrarios manejos del capitalismo bancario y financiero trans-nacional. Nos referimos a medidas restrictivas del acceso de los ahorristas a sus propios depósitos bancarios y -por último- la restricción a las cuentas salariales y el vaciamiento de dólares de los tesoros de todos los bancos y financieras privadas: “el corralito” y “el corralón”, que ayudados por la tan conocida mano de obra desocupada del Estado pero reclutada por lo más rancio del peronismo, y ayudados por las policías provinciales -sobre todo el P.J. de la provincia de Buenos Aires- terminaron en el saqueo de comercios que fue la mecha inicial para que miles y miles de argentinos en el todo el país salieran a las calles sin ningún tipo de organización que lo dirigiera ni contuviera. Sólo la manifestación de un pueblo harto del saqueo y la expoliación capitalista.

Esta revuelta mantuvo en jaque no solo al gobierno de turno sino también a todas las instituciones del Estado por un tiempo nunca antes conocido por la clase burguesa, que tuvo que auto elegir cinco presidentes para empezar a reencauzar la institucionalidad burguesa.

El pueblo carente de toda organización política reaccionó y la burguesía se asustó como hacía años no lo sentía... Tal vez en el Cordobazo y en todo el despliegue de las fuerzas revolucionarias de fines de los ´60 y hasta mediados de los ´70 había experimentado un susto semejante.

La representación política de la burguesía, o sea el conjunto de los políticos gerenciadores del capital transnacionalizado, estaban siendo cuestionados y superados día a día por un pueblo que avasallaba las instituciones, pero sin tener en claro hacia dónde iba, provocando un severo vacío de poder.

Por supuesto, este enfrentamiento no le salió gratis al pueblo, el Estado reprimió a lo largo y ancho del país y hubo más de 30 muertos. Y dicho sea de paso, ninguno de los políticos de ese momento (que son los mismos de ahora) salieron a repudiar la represión, ni tampoco se los vió marchando junto al pueblo, reclamando a favor de éste.

El tránsito Duhaldista no hizo más que generar el espacio para que los sectores más concentrados del capital cambiasen la estrategia de extracción de plusvalía. El ciclo de extracción salvaje, financiera y parasitaria había llegado a su fin, y los había hecho comprender que la política económica que venía aplicando los estaba llevando a un callejón muy peligroso, el cual les podía generar la transformación de una situación de revuelta y sin dirección política en una insurrección dirigida políticamente.

Rápidamente el capital comenzó a redefinir su política y logró consensuar -dentro del pejotismo- la figura de Kirchner como sucesor de sus planes.

Está claro que todo esto pudo ser llevado a cabo gracias a la falta total de organizaciones políticas del campo popular con capacidad para identificar con claridad al enemigo, unificar sectores dispersos tras los intereses del proletariado, generar tácticas que les permitiera interceder en la unidad del bloque hegemónico y elevar el nivel de conciencia de las clases trabajadoras para avanzar por más en su lucha.

El kirchnerismo ha sido -y es aún- lo más lúcido que fue capaz de generar la burguesía, luego de la recuperación de la democracia, ha sabido demostrar que los grandes monopolios (tanto industriales, bancarios y financieros, como agrarios, mineros, pesqueros, petroleros, transportistas, mediáticos, etc.) han alcanzado niveles de ganancias récord en los últimos 20 años, han diversificado la producción y han logrado introducirse en el mercado mundial con precios competitivos, sin generar resquemores en la sociedad , por el contrario, supieron construir una base social y militante -tanto de izquierda como del propio justicialismo- que el propio menemismo había destruido durante su gobierno .

Con algunas concesiones importantes para el pueblo, que venía de los últimos 13 años en continuo retroceso, como aumentos salariales -a través de asociarse a las cúpulas sindicales y permitiendo que estas pulseen con el capital- disciplinado de alguna manera la exacerbada extracción de plusvalía, el otorgamiento de un millón de jubilaciones para los no a portantes, y múltiples planes de subsidios de todo tipo, lograron construir consenso, legitimaron nuevamente el Estado burgués, incentivaron la militancia político-partidaria avalada por un amplio espectro de intelectuales, artistas y personas destacadas de la cultura, cubriendo así un vació que la burguesía arrastraba desde hacía más de una década. Tuvieron la iniciativa de reabrir algunas de las causas por la represión genocida de la última dictadura, sobre todo las más resonantes. De esta manera lograron sumar adhesiones a su proyecto político, esencialmente porque fueron capaces de imprimirle un nuevo empujón a los juicios, que habían tenido una primera etapa con el enjuiciamiento a la junta con el alfonsinismo, y antes -como hoy está comprobado- que el enjuiciamiento de los crímenes de la dictadura sea una causa sentida por una gran mayoría de nuestro pueblo.

Estamos a favor de que estos juicios sigan en camino, sin embargo, el enjuiciamiento a los militares es sólo una pequeña parte de la deuda que tenemos con los compañeros desaparecidos o muertos por la dictadura. Antes como ahora la reivindicación de los derechos humanos tienen que ver con la igualdad de posibilidades para todos, para conseguir trabajo y que este bien remunerado, tener acceso a una salud de alta complejidad que atienda a las necesidades de las personas, tengan o no dinero, que nuestra educación sea moderna atendiendo a las necesidades de investigación que demanda la actual sociedad del conocimiento, que la cultura se encuentre al alcance de todos y en todo nuestro territorio. Dejar que el gobierno maneje las consignas es simplificar en los juicios lo que significaba un proyecto de país diferente.

El campo popular no está teniendo organizaciones capaces de disputar ideológicamente a la burguesía la dirección de las reivindicaciones históricas de nuestro pueblo, caen continuamente en luchas insignificantes, por no tener un verdadero proyecto político que sea alternativa a este sistema. Luchan por ganar un simple lugar en una plaza como si ese fuera el objetivo de la lucha, se siente que les han arrebato las banderas de los DDHH, históricas de la izquierda y hoy en manos del gobierno. Y no solamente el gobierno se apropió de estas banderas sino que le impone un sello peronista como si todos los desaparecidos hubiesen pertenecido a sus filas, y no a una amplia gama de organizaciones del campo popular y revolucionario.

Con esto queremos decir que la burguesía ha llenado de alguna manera todo un espacio político, cultural, educacional, ideológico en su concepción, capaz de imponerse hegemonizando los diferentes campos, captando no solamente a su militancia creída de estar realizando una revolución sino también a todo el espectro de partidarios de la izquierda reformista que piensan que en este país para ser revolucionario hay que ser peronista y que el único sistema posible es éste capitalismo de apariencia humana.

Sin embargo, es importante recalcar, que el problema esencial no es que la burguesía tenga un proyecto hegemónico para asegurar su dominación; sino que este posible y estable porque el campo popular, que recién ahora empieza a despertar de un largo letargo, todavía no ha logrado construir una organización que los represente, que plasme sus necesidades a corto, mediano y largo plazo, que elabore políticas para cambiar las relaciones de poder y genere las condiciones para que el sistema se transforme en un sistema de producción socializada y deje de ser un sistema capitalista de apropiación privada.

domingo, 27 de marzo de 2011

5. Consideraciones Geopolíticas Acerca del Capitalismo Contemporáneo

Como exhibe el análisis materialista y dialéctico de la historia, los saltos cualitativos en los modos de producción, no operan en forma esquemática y autocontenida dentro de fronteras determinadas y contrapuestas, sino que se generan múltiples espacios de coexistencia y frágil convivencia donde los nuevos modos de producción se van imponiendo progresivamente a las viejas formas, hasta desequilibrar la balanza a su favor y lograr el aniquilamiento de los viejos modos de producción, por extinción. Pero la contradicción principal del capitalismo contemporáneo surge del hecho que, al avanzar en su ambición desesperada por trascender las fronteras de las naciones, doblegar las viejas regulaciones internacionales y crear nuevos circuitos de circulación mundial del capital, genera gigantescas masas de hombres y mujeres que se degradan a la categoría de población sobrante para el capital, por lo que éstos se ven obligados para su subsistencia, a recrear -de una u otra forma-modos de producción caducos y ya superados, retrasando así el continuo desarrollo de los modos de producción social. Entonces este nuevo proceso transnacional de concentración y centralización de capitales, abre un gran desafío político y cultural para nuestras sociedades, que es el de volver a pensar hasta dónde pretenderá llegar la voracidad capitalista por intentar retrasar la disminución de su tasa de ganancia, y hasta dónde la población mundial le permitirá llegar, tolerando la brutal degradación de la condición humana. En lo esencial, en la década del ’70 ya estaban creadas las premisas económicas, ideológicas y científico-técnicas que estimularían el avance sin riendas del imperialismo hacia lo que, con toda propiedad, podemos considerar un nuevo estadío de su desarrollo: el Capitalismo Monopolista y Financiero Transnacional. Las asociaciones de capitalistas y las fusiones de empresas monopólicas, derivadas de la acumulación del capital proveniente de la explotación de la compra-venta de trabajo por salario, que en épocas de Marx constituían “hechos secundarios, indiciarios” y en épocas de Lenin se presentaban como “funciones complementarias de los monopolios nacionales”, se convierten progresivamente en “relaciones principales, esenciales, determinantes, consustanciales a la nueva forma transnacional de reproducción ampliada del capital”.

La regulación económica del Estado-nación que controlaba, completaba y agotaba íntegramente el universo de la rotación nacional del capital, va cediendo terreno a una regulación transnacional de la circulación del capital, hasta convertir a los Estados nacionales en agencias sólo aptas para intentar una regulación subordinada, parcial, fragmentaria, de ciertas fases de una rotación mundial, especulativa en esencia, que escapa a su control y se presenta como una fuerza hostil que lo acota desde fuera. El fundamento de este proceso es la vertiginosa aceleración de la concentración dela propiedad del capital social en forma de monopolios privados transnacionales. Tal concentración tiene lugar, principalmente, por la vía de la fusión de capitales cada vez mayores, provenientes de diferentes matrices nacionales imperialistas, aunque también mediante la superexplotación intensiva de diversos segmentos diferenciados de fuerzas productivas combinadas a escala mundial, la expropiación de capital de los mercados de consumo, el uso de mecanismos financieros orientados a perfeccionar el proceso de extracción de plusvalía al trabajo asalariado y potenciar la transferencia centralizante de ganancia neta, la transformación de los Estados nacionales atrapados en la extorsiva red de la deuda externa en proveedores netos de capital en relación con los conglomerados transnacionales de poder económico, la privatización de empresas públicas devaluadas de manera artificial y la fuga profusa de capitales. No es pequeño, en este sentido, el aporte monetario proveniente de la comercialización ilícita de armas, el tráfico de drogas y la mercantilización forzada del sexo, síntomas evidentes de un elevado grado de descomposición moral y social del sistema capitalista. Hoy asistimos a un reparto del capital mundial sobre nuevas bases. Durante el período de formación del capital monopolista y de fusión de este capital con los aparatos estatales nacionales, el dominio de las colonias tenía como fundamento la conquista económica y política de la mayor cantidad posible de territorio, con el objetivo de garantizar el control sobre los recursos naturales y la fuerza de trabajo barata. La voracidad monopolista se extendía incluso a zonas cuya explotación no era aún rentable, pero que constituían reservas potenciales para una posible futura expansión. A diferencia de esto, aunque el imperialismo transnacional necesita extender, mantener y profundizar su dominación sobre todo el planeta, la competencia económica ínter monopólica se desarrolla, en lo fundamental, mediante la disputa por el control delos mercados de todas las naciones capitalistas, incluidas las zonas “marginales”del mundo que forman parte del capitalismo transnacional, tales como los llamados “paraísos fiscales” y “plataformas exportadoras”, los territorios con importantes reservas de materias primas y con recursos naturales estratégicos, y los mercados regionales relativamente grandes. Los gigantescos procesos integradores promovidos por la gran oligarquía financiera transnacional y por las oligarquías y sectores de la burguesía a ella subordinados, constituyen claras expresiones de la obsolescencia de la división económica “ínter” nacional del mundo, característica típica de la época del predominio del Capitalismo Monopolista de Estado Nacional. Estos procesos se realizan hoy mediante complejas legislaciones integradoras, caracterizadas por la desregulación “hacia adentro” -favorable a los capitales fuertes-y el proteccionismo “hacia fuera” destinado a evitar la competencia de otros bloques económicos. Las nuevas unidades geoeconómicas en gestación procuran forjar y dominar vastos mercados para el capital transnacional, en cuyos espacios nacionales una masa importante de competidores débiles -hasta el momento sobrevivientes bajo la sombra del proteccionismo del Estado Nacional-van quedando desplazados de la feroz competencia, mientras unos pocos monopolios tienden a convertirse en proveedores privilegiados de mercancías de las extensas zonas económicas emergentes. El principal proceso integracionista regional del mundo es, sin dudas, la Unión Europea, que avanza hacia la unificación, en un solo ciclo transnacional, del capital dinerario, productivo, mercantil y ficticio de varias corporaciones imperialistas consolidadas en sus naciones, cuya finalidad es contrarrestar el poderío del imperialismo norteamericano,y la nueva y poderosa potencia China. El imperialismo norteamericano, por su parte, tras la suscripción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), intenta forzar el establecimiento de una Zona Hemisférica de Libre Comercio de las Américas (ALCA), con el objetivo de crear un coto cerrado para la reproducción privilegiada del capital financiero de origen estadounidense. Por su parte, los proyectos de integración de las economías que funcionan con relativas autonomías locales, características de algunos países “periféricos” gobernados por fuerzas políticas mas o menos “democráticas o seudo-populares”, constituyen espacios de “resistencia” frente al peligro de absorción monopólica completa por alguno de los bloques económicos dominantes. Sin embargo, en la medida que no logren eludir las normas impuestas por el capital monopólico y financiero transnacional, generarán condiciones objetivas para esta absorción. El MERCOSUR, por ejemplo, crea un vasto mercado codiciado por los capitales más concentrados, que absorben o destruyen los capitales locales de baja composición orgánica transnacional. El CFT, al tiempo que estimula la competencia entre las burguesías, todavía de cierto carácter “territorial, nacional” subalternas de los Estados miembros, lleva a estos a una demencial carrera hacia la desregulación económica y la flexibilización laboral, que termina -como sabemos-haciéndolos “atractivos” para los flujos de capitales transnacional más concentrados, a la vez que “autodestructivos” para las residuales burguesías nacionales y funestos para los pueblos. El proceso de redistribución de las “zonas de influencia”, destinado a crear espacios mayores de integración, agudiza las contradicciones ínter imperialistas y las existentes
entre los capitales monopolistas transnacionales y los capitales no monopolistas a él subordinados. El desarrollo de estas contradicciones conduce inevitablemente a la agudización del enfrentamiento económico y político entre los grupos imperialistas de los bloques regionales de países capitalistas, por una parte, y entre éstos y los pueblos de las naciones y regiones menos integradas al imperialismo que se muestren hostiles a la penetración forzada del capital transnacional, por otra. En la puja políticaexistente entre el proyecto estadounidense de creación del Área de Libre Comercio de las Américas y los intereses de la Unión Europea -que ya suscribió un acuerdo con el MERCOSUR-por ejemplo, se manifiestan muchas de estas contradicciones. En el resto del mundo, donde las condiciones económicas y productivas no alcanzaron el desarrollo necesario para permitir la explotación capitalista mediante la integración subalterna de sus mercados y fuerzas productivas, poblaciones enteras, regiones, países y hasta continentes quedan marginados de los circuitos y ciclos de rotación del capital monopolista, pero siguen subordinados a él por una densa y criminal madeja de mecanismos de dominación económica, política, militar e ideológica. Entre estos mecanismos, es necesario destacar el intercambio económico desigual, asentado en lo fundamental sobre el control de la masa de dinero mundial. Justamente el intercambio de la mercancía dinero constituye la forma más importante en que se manifiesta la ley del intercambio desigual: hoy día resulta imposible asegurar que el valor de cambio de una moneda se corresponde con las determinaciones económicas del valor. Algo análogo ocurre con el resto de las mercancías, incluso con aquellas que son producidas en los países menos desarrollados. Al exigir la “convertibilidad” de las monedas débiles como condición para “insertar” las economías que funcionan en dineros locales en la economía transnacional, la oligarquía financiera amplía su dominio sobre la masa dineraria mundial y crea un mecanismo más rígido y severo de dominación económica, que le permite desvalorizar y absorber el capital proveniente de los esfuerzos de los pueblos que logran encaminarse a alcanzar una mayor eficiencia y productividad de manera independiente.

domingo, 13 de marzo de 2011

4. Principales Características Políticas del Capitalismo Contemporáneo

4. Principales Características Políticas del Capitalismo Contemporáneo

El Estado de Bienestar -propio del CME-ha sido permeable a las luchas reivindicativas de las clases explotadas y sometidas, y muchas veces fue condicionado -y hasta obligado-a jugar de intermediario o regulador de las relaciones de distribución del capital social, entre la producción colectiva y la apropiación privada del mismo.

El Estado propio de la fase de dominación del capital Financiero Transnacional (CFT) ha perdido por completo su carácter regulador o de árbitro que supo tener en décadas anteriores a las del ’70; para convertirse en una máquina, una agencia de aplicación de los planes económicos de las corporaciones dominantes, por consenso o por represión.

Sin embargo esta transnacionalización del capital monopólico y financiero, no significa de forma alguna que estos sectores -los más concentrado de la alta burguesía mundial-hayan perdido por completo sus relaciones clasistas “orgánicas” con su base nacional,

o que vivan con una independencia absoluta respecto de las burguesías nacionales. Significa, más precisamente, que en su violenta expansión han logrado integrarlas, subordinarlas y/o derrotarlas -según los casos-poniéndolas en situación de cumplir tareas funcionales a la burguesía transnacional, dominante en esta nueva etapa del desarrollo capitalista. Sólo de este modo, puede entenderse el esfuerzo de integración subordinada de las burguesías monopólicas “antiguamente de carácter nacional” de la región, a los sectores mas concentrados del CFT. Así, el sector industrial “paulista” busca ampliar y resguardar su propio mercado de consumo. Así también, algunos grupos de contratistas parasitarios del estado argentino tanto viales, transportistas, agroquímicos como energéticos (Perez Companc, Roggio, Yabrán, Soldatti, Macri, Eurnekian) y corporaciones monopólicas de origen terrateniente “nacional” (Arcor, Mastellone, Deheza, Monetta, Yoma, Molinos-Banco Río, etc.) negocian sus mejores condiciones de existencia con la burguesía transnacional.

Incluso aquellos monopolios y corporaciones financieras que han concentrado de manera colosal gigantescas masas de capital -y por ende significativas cuotas de poder político, adquiriendo posiciones que logran prescindir de sus naciones de origen y de “ciertas regulaciones políticas de los Estados”-permanecen ligados, generalmente en posiciones de mando, con las fuerzas políticas burguesas “nacionales” ¬e incluso “populares”-mediante las oligarquías de las burocracias estatales pretorianas generadas por ellas, manipulando las irremediablemente corruptasestructuras partidarias del sistema (PJ, UCR, FrePaSo, en Argentina; Convergencia chilena; PRI, en México) en los Estados donde radican sus casas matrices y -en medida variable-en aquellos Estados dentro de cuyos límites geográficos tienen invertido el capital. En los días que transcurren, los monopolios transnacionales constituyen la expresión de niveles tan elevados de acumulación y concentración de capital, que su ciclo de producción y reproducción se encuentra obligado a trascender las fronteras nacionales y afianzarse sobre vastos espacios económicos y políticos regionales y globales. Las grandes masas de capital acumulado por un lado y las sendas crisis en las que se desestabiliza el sistema de producción capitalista internacional por otro, obligan a las corporaciones transnacionales, a expandirse y diversificarse por el mundo en busca de dominar todas las ramas de la economía, incluso hasta sectores terciarios e improductivos (medios de comunicación, salud, educación, turismo), en la necesidad que tiene el capital de ampliar y crear nuevos circuitos de circulación y reproducción ampliada de ganancia.

Este nuevo imperialismo, el del Capital Financiero Transnacional, impone a escala mundial nuevas relaciones sociales capitalistas de producción y de existencia. Pero estas nuevas relaciones no cambian de manera instantánea ni automática, sino que se van gestando sobre la base de las relaciones de producción ya existentes, como ciertas formas determinadas por las asociaciones monopólicas-estatales propias del CME -predecesoras del CFT-y resquicios de producciones pre-monopólicas, o en sociedades muy atrasadas como las africanas, formas todavía mercantilistas o, incluso, de mera subsistencia para sus poblaciones degradadas humanamente.

jueves, 3 de marzo de 2011

Principales Características Económicas del Capitalismo Contemporáneo

3. Principales Características Económicas del Capitalismo Contemporáneo
Para Fidel Castro, el Capitalismo Monopolista y Financiero Transnacional, “representa la síntesis más perfecta, la expresión más desarrollada del Capitalismo Monopolista en esta fase de su crisis general. Por lo tanto, las empresas transnacionales son las portadoras internacionales de todas las leyes que rigen el modo de la producción capitalista en su fase imperialista actual, de todas sus contradicciones, son el mecanismo más eficiente con que cuenta el imperialismo para su desarrollo en   intensificación del proceso de supeditación del trabajo al capital, a escala mundial”.
Y esta nueva etapa de desarrollo capitalista tiene la especificidad de ser
transnacional, y no “inter" ni “multi” nacional, porque trae aparejado en su
complejo desarrollo la sumisión del concepto de nacionalidad al de libertad de
circulación del capital a través de las fronteras y los espacios nacionales.
Esto es, no estamos hablando de capitales privados de  varios  países ,(multinacionales) o de estados nacionales que se asocian como “iguales” y se unifican en pos de determinados objetivos, conservando su carácter nacional o de pertenencia a un país (internacionales), sino que estamos afirmando la tesis que la integración capitalista transnacional responde a la imperiosa necesidad de los capitales monopólicos de sobrevivir, retrasando para ello -por todos los medios posibles- el inexorable rumbo histórico de progresivo decrecimiento de la tasa de ganancia del sistema.
Los capitales monopolistas y financieros más concentrados, se vieron obligados -en pos de su supervivencia- a salir de los límites de sus naciones de origen con las intenciones de abaratar la producción y expandir sus mercados a distintos territorios, en busca de reducir costos, a través -por ejemplo- de la obtención de recursos naturales a menor precio (o por apropiación directa), explotación más intensiva de mano de obra –tanto especializada como degradada- a bajo costo, leyes leoninas para la explotación de las masas trabajadoras, excepción y evasión de impuestos aduaneros en los países de
destino de las inversiones, debilitamiento de las resistencias nacionales mediante la subordinación y corrupción de sus dirigencias, etc.
A diferencia del Capitalismo Monopolista de Estado Nacional (CME) que había logrado llevar a cabo y “estabilizar” una división económica del mundo entre las diferentes asociaciones de capitalistas de cada país, sin necesidad de derribar las “soberanas” fronteras nacionales, el Capitalismo Monopolista y Financiero Transnacional (CFT), por el contrario, necesita emplear espacios geográficos y recursos naturales estratégicos en dimensiones inconmensurablemente mayores y poblaciones obreras crecientemente menores y superexplotadas, para realizar sus operaciones comerciales y financieras.
En la nueva fragmentación y reintegración económica mundial imperialista, al interior de los espacios delimitados por las múltiples fronteras históricas existentes entre las naciones, se van creando y definiendo segmentos diferenciados de producción, tráfico, distribución y consumo en “todos” los países de matriz social capitalista, que funcionan en conjunto como eslabones especializados de una economía clasista transnacional, que rápidamente entra en una relación antagónica con las
regulaciones institucionales del Estado-Nación.
Va diluyéndose, en consecuencia, el significado que contenían los conceptos

de división “internacional” capitalista del trabajo social entre “países desarrollados” y “países en vías de desarrollo”, “primer mundo” y “tercer mundo”, “capitalismo central” y “sociedades periféricas”, “liberación” o “dependencia” nacional, etc. El CFT viene unificando la economía mundial. La Oligarquía Monopólica y Financiera adquirió las cualidades características que le confieren la nueva entidad de Transnacional,
alcanzando así a la definición del capitalismo contemporáneo, en términos de Imperialismo de Nuevo Tipo.
La tendencia fundamental del imperialismo transnacional es la de destruir, modificar y reformar todas aquellas regulaciones nacionales “autónomas” que entorpecen su reproducción ampliada y obstaculizan el cumplimiento de uno de sus principales 1 objetivos políticos: el establecimiento de un código mundial único de leyes y normas económicas, políticas y jurídicas que le permitan subordinar la totalidad de la producción, el tráfico y los mercados de consumo -exclusivamente- a su propio movimiento, transformando todos los tipos de economía existentes. No se trata sólo de reducir la eficacia de las medidas de regulación estatal de las economías nacionales y de las relaciones económicas entre naciones soberanas, sino de someter, e incluso destruir, a las naciones mismas, que como organizaciones sociales -necesarias al
principio- en tanto comunidades históricas humanas vigentes pero ya superadas, son ahora presentadas como “obsoletas” por el Capital Financiero Transnacional.
Estos Monopolios Transnacionales son, en esencia antinacionales, desnacionalizantes. Constituyen una poderosísima fuerza desnacionalizadora, de altísima concentración y centralización de capitales bajo el dominio de corporaciones burguesas monopólicas.
Han desdibujado los límites y las fronteras de los Estados-Nación, han diezmado los aparatos estatales y los han transformado de organismos de gestión política para la acumulación y transferencia unilateral del capital socialmente producido hacia una estructura clasista transnacional, que administra política, económica y culturalmente las sociedades “nacionales” de acuerdo a las necesidades de la burguesía transnacional.