Mariano Moreno

Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas iluciones sucederán a las antiguas, y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía.
Mariano Moreno

domingo, 22 de mayo de 2011

8. La Clase Obrera en La Etapa de la Transnacionalización Capitalista

En este análisis es imprescindible caracterizar correctamente a la clase obrera y el rol que ésta podrá jugar en el proceso revolucionario. Comenzaremos afirmando con total honestidad -y asumiendo la necesidad de aceptar-que el campo popular ha sufrido una profunda derrota ideológica, como uno de los productos de las dictaduras pasadas. Derrota que tiene como expresión subjetiva en importantes sectores de las masas, el descreimiento de la posibilidad de realizar cambios sociales profundos, la impotencia -manifiesta hasta hoy-en la recreación de su vanguardia política, cierta dificultad a la adquisición de nuevos conocimientos, etc... Sumado a todo esto podemos agregar el accionar dentro del campo popular, de variadas y múltiples corrientes reformistas, agentes infiltrados por los servicios de inteligencia y presencia permanente de organizaciones que responden directamente a ellos, junto con diversos sectores desahuciados, y todo tipo de alienados.

La intensificación de los procesos productivos, con su secuela de aumento del desempleo estructural y reducción de la masa salarial, como la especulación financiera, en su condición de capital que se valoriza de manera artificial, sin pasar por el proceso productivo, generar empleo ni crear nueva riqueza social, repercuten entre otros problemas en:

1. La reducción, fragmentación y polarización de la clase obrera y otros sectores formalmente asalariados.

2. La creación de nuevas categorías semiproletarias, como el subempleo y la imformalización

3. La conceptualización de la exclusión o la marginación, que ya no es solo el ejercito de reserva del que hablara Marx, sino poblaciones enteras que jamas serán incorporadas a la relación formal entre el capital y el trabajo



4. La exacerbación de otras contradicciones socio clasistas, entre ellas la de genero, raza, cultura, etc.



Producto de todo esto es que, desde hace ya tiempo circula en el activismo social la retorcida idea de que la clase obrera ya no existe, entre otros cosas porque ya prácticamente no existen industrias y, en consecuencia con esta idea, se afirmala ausencia de necesidad de conformación del partido de la clase, encontrando así una excusa perfecta para no comprometerse en su reconstrucción, ya que si esta no existe tampoco debería existir su partido. Esto, además, brinda elementos falaces pero útiles para afirmar que el sujeto social de la revolución ya no es laclase obrera, sino algún otro sector. Así, para algunos el reemplazo viene de la mano de los desocupados, sector que ha crecido de manera considerable, por todas las causas que hemos explicado anteriormente, para otros el sujeto es una amplia gama de empleados comerciales, estatales y de servicios, aliados a las pequeñas burguesías rural y urbana. Por supuesto, no estamos de acuerdo con ninguna de las dos vertientes. En el primero de los casos, porque entre los desocupados de hoy y las tecnificadas fuerzas de producción actuales, no hay conexión alguna. Aunque muchos aseguren una “memoria colectiva de clase”, lo objetivo y concreto es que no están incluidos en el sistema de producción, y que habrá que trabajar mucho y muy fuerte junto a ellos para que puedan volver a integrarse, formándolos con capacidades aptas para la producción. Habrá que generar, entonces, las condiciones políticas en las que pueda darse la reapropiación social de las fuerzas productivas más avanzadas. Y esto es así porque, para encabezar la dirección de un proceso revolucionario con chances de victoria es necesario organizar, sostener y dirigir idóneamente las fuerzas productivas. Y quienes hoy están en óptimas condiciones de comenzar a hacerlo son, principalmente, aquellos sectores productores de valor involucrados de lleno en dichos procesos. En el segundo de los casos, decimos que -en principio, metodológicamente-es muy difícil hacer una caracterización general de toda la gama de empleados, para definir con precisión a qué sector de clase corresponden. Pero decimos también que, en el mejor de los casos, los sectores mas avanzados luchan por reivindicaciones salariales y diferentes tipo de mejoras políticas, pero dentro de los marcos del sistema capitalista, mientras que la otra parte, mayoritaria, es de alguna manera conformista y muy influenciada por la ideología burguesa, por lo cual -si bien son importantes sectores que serán parte importante del proceso revolucionario-deberá existir previamente una fuerza política capaz de generar confianza, marcar el camino y ser consecuente con sus intereses de clase. Por eso pensamos que es imprescindible la participación dela clase obrera como fundamental en la dirección del proceso. La burguesía industrial (negrera y evasora), la alta burocracia estatal (taimada, sumisa a los poderosos, despótica con los humildes) y los sectores empresarios “medios altos” (contrabandistas y parasitarios) integrantes de la “Burguesía Nacional”, cuando realmente existieron como clase, con un peso especifico propio en la distribución de la renta nacional -ya que hoy son una ficción, más que una realidad-ya tuvieron su oportunidad histórica... y fracasaron. Y nosolamente abortaron, sino que fueron serviles a los planes criminales de la másrancia Oligarquía monopólica y financiera transnacional, ilusionados en recibirlas mejores migajas del banquete en el que entregaron el País. Imbéciles comoson, colaboraron con la dictadura asesina, liquidaron -junto al Estado-el históricoesfuerzo de generaciones de trabajadores argentinos, destruyeron las fuerzasproductivas y las capacidades técnicas desarrolladas en décadas, regalaron alos ladrones los recursos estratégicos soberanos de la Nación, reprimieron a losmejores intelectuales y científicos, renunciaron a nuestra Identidad Cultural, ycomo todo tesoro... se quedaron con el vómito de los déspotas.

Ahora bien, caracterizar a la nueva clase obrera nos sumerge de lleno en un análisis especifico de lo que significó la ultima revolución científico-técnica y los nuevos sistemas de producción. En el sarcófago de la historia se encuentran las viejas teorías tayloristas o fordistas de los modos de organización de la producción. En nuestros días, se traspasaron también las barreras del toyotismo y los círculos de calidad. El obrero colectivo actual nada tiene que ver con el obrero manual de los viejos sistemas de motaje en cadena o de producción en serie, de la época de Taylor, ni con la etapa de la máquina automatizada del Fordismo. El obrero de los monopolios de nuestros días, está incorporado en forma plena a los nuevos sistemas de producción, es portador de vastos conocimientos científicos y variadas habilidades técnicas, maneja todo tipo de información codificada, se actualiza continuamente y comparte decisiones en cuanto al mejoramiento de la productividad junto a instancias gerenciales, direcciones técnicas y departamentos de investigación. En la actualidad el conocimiento se ha transformado en la mercancía de mayor valor, ya que para mejorar cualquier sistema de producción o descubrir nuevos recursos, transformar materias primas o sustituirlas, reducir costos, mejorar la calidad, optimizar la producción, etc, es necesario incorporar conocimientos, revolucionando de forma continua las fuerzas productivas. Entonces podemos afirmar que, si bien en la actualidad se ha reducido numéricamente la clase obrera, se encuentra en condiciones objetivas inmejorables paradirigir políticamente un proceso capaz de poner al servicio de las más ampliasmasas todo el avance científico logrado por la humanidad y apropiado por loscapitalistas. El nuevo obrero colectivo, ya no es portador del viejo overol, sino del nuevo conocimiento. Cualquier fabrica automotriz, metalúrgica, petroquímica, naviera, espacial, cuenta con un plantel de obreros que maneja alta tecnología, maquinaria computarizada, operadores robotizados, planificaciones complejas, procesos críticos, etc. En estos nuevos planteles fueron incorporados técnicos, ingenieros e investigadores, todos afectados de manera directa a las grandes producciones, usuarios de tecnologías “blandas”, genética humana, animal y vegetal, generación energética por reactores nucleares, investigación espacial y geológica, y cualquier tipo de producción que imprescindiblemente lleva incorporado conocimientos científicos y nuevas tecnologías.

Con las nuevas relaciones capitalista de producción, tiene lugar una diferenciación en el proletariado, los obreros de las principales industrias, en tanto productores de la masa fundamental de riqueza social están llamados a desempeñar un papel decisivo en la lucha anticapitalista, pero padecen los efectos de la extensión de lo que se da en llamar la “aristocracia obrera”, la cual comparada a la gran masa de asalariados algunas veces se ve beneficiada con mejores salarios, lo cual de alguna manera, y teniendo en claro que no estamos generalizando, la aleja de los sectores más desposeídos. Esto quiere decir que el trabajo ideológico hacia este sector deberá ser más importante y decidido, por ser el sector más preparado y capacitado para manejar los nuevos modos de producción y con la conciencia predispuesta a las nuevas propuestas. Y teniendo esto bien en claro volvemos a referirnos a que para dirigir un proceso revolucionario es imprescindible contar con la clase capaz de asegurar, que estas fuerzas no solo no se estanquen sino que por el contrario se sigan desarrollando, porque es la única manera de asegurar bienestar al continuo crecimiento de la población, con esto afirmamos una ves más que estamos en la era de las producciones gigantes, no podemos hablar más de pequeñas fabricas sino de gran centros industriales, con manejo de alta tecnología,, con grandes producciones y bajos costos que en ves de ser apropiado por el capital privado serán beneficio para las grandes masas.

sábado, 14 de mayo de 2011

7. El Estado Capitalista y su Cambio de Rol Estratégico

La concentración transnacional de la riqueza y el poder político tiende a eliminar la capacidad del estado nacional de asimilar demandas sociales. Esta tendencia objetiva, deriva de las condiciones y contradicciones del proceso de valorización del capital en la actual etapa de desarrollo del imperialismo y es complementada, legitimada y reforzada en el ámbito de la subjetividad por la doctrina neoliberal. El Estado actual, ha sufrido una cantidad de transformaciones que lo fueron adaptando a las nuevas necesidades de la actual alta burguesía transnacionalizada. Esto significa que ya no estamos en presencia del antiguo estado republicano y parlamentarista del siglo XIX, donde la clase burguesa en ascenso necesitaba de este instrumento para disputarle el poder a la monarquía y aristocracia feudal, ni tampoco estamos ante el Estado Benefactor de los ’40, cuya función era una distribución, si bien no equitativa, al menos un poco más “equilibrada” entre el capital y el trabajo. Bajo esas circunstancias, la enorme masa de plusvalía extraída a las clases proletarias era repartida entre la gran burguesía ligada al capital extranjero y las burguesías nacionales. Este proceso se registra también en Argentina, ya que la burguesía nacional -expresada en ese momento por el peronismo-era poseedora de un poder determinado por la cuota de plusvalía relativa que manejaba, accediendo a un importante porcentaje de la renta nacional. De esta manera -y con la clase obrera tras un proyecto nacional populista-era capaz de disputarle algún espacio de poder tanto a la gran burguesía importadora,

como a la oligarquía terrateniente agroexportadora. Desde mediados de los ’70, el Estado vuelve a tener una vuelta de rosca y experimenta otra transformación estructural, dejando de jugar ese papel de ente mediador entre las clases altas concentradas y la burguesía nacional y con cierta permeabilidad a las demandas sociales, y convirtiéndose en una herramienta que responde directamentea la clase más concentrada la Burguesía Financiera Monopolista transnacional, que surge como producto de la fusión de los capitales de la industria y de los bancos, ligada de forma directa a capitales monopólicos del resto de los países. El Estado pierde por completo su papel de mediador en la disputa por el poder y asume el control total de la sociedad en representación de los intereses de laoligarquía financiera transnacional, imponiendo una nueva organización de lasrelaciones sociales y económicas a través de la sangrienta política de la dictaduramilitar.

En los ’90 las fuerzas productivas son portadoras de otra revolución científico-técnica, comparable, tal vez a lo que fue la revolución industrial del siglo XVII. En este nuevo proceso se produjo por un lado una altísima concentración de capitales, a través de diversas fusiones y oscuras asociaciones, trascendiendo ahora las antiguas fronteras nacionales, y por el otro una asombrosa descentralización integrada de la producción, lo que le confiere a este nuevo capitalismo la capacidad de producir en todo el mundo y al mismo tiempo distintas partes de un mismo producto. Se va apoderando así, de una enorme masa de plusvalía -con incrementos adicionales por la diversificada localización de fuerzas de trabajo a nivel mundial-y de innumerables beneficios que les “otorgan” las derrotadas burguesías nacionales: bajar sus costos de producción, intensificar la explotación del trabajo y aumentar la ganancia relativa, entre otras cosas. Este nuevo Estado va perdiendo de forma constante su carácter de identidad nacional y comienza a convertirse en un organismo tendiente a la conformación de un gran “Estado Transnacional” que por supuesto no es ajeno a la puja ínter imperialista. Estas formas emergentes de organización de las sociedades a nivel mundial, de ningún modo puede ser vista de manera cristalizada, sino como una tendencia histórica queestá materialmente inmersa en la lucha de clases a nivel mundial, y en las propiascontradicciones que generan los distintos bloques de países capitalistas que sefueron y se irán asociando, como expresión de esta nueva estrategia imperialista. Y, si bien estos Estados no han perdido el adjetivo de “democráticos”, su principal interés objetivo nada tiene que ver con el arbitraje de nuevas disputas sociales, sino más bien con asegurar la sanción, vigencia y cumplimiento de una serie de nuevasreglamentaciones y legislaciones a escala internacional, que permitan ampliarla continua circulación de capitales y, a su paso, la apropiación del capital total de cualquier mercado capaz de absorber alguna mercancía. Para ello, al mismo tiempo tendrá que disciplinar -y seguramente, reprimir-a esa creciente y crispada masa de población sobrante, desocupados y marginados que, bajo el dominio político del CFT, ya no tendrá posibilidades de acceder, mediante un empleo digno, a ningún mercado.

lunes, 25 de abril de 2011

6. Transnacionalización Capitalista y Unidad Política Global

El proceso de transnacionalización trae aparejados sucesivos cambios políticos en la superestructura social. La actual acumulación concentrada de capitales y la centralización de su circulación necesitan estructuras políticas que se correspondan con los modos de producción actuales. Esto significa que las formas organizativas que adoptan los sistemas de producción y comercialización deben ser acompañadas, de nuevas formas políticas que dinamicen las nuevas necesidades. El afianzamiento del viejo sistema capitalista, necesitó de un determinado tipo de Estado-Nación, con sus instituciones y sus características (control de fronteras, aduanas, ejércitos nacionales, etc.), elementos indispensables para que la clase burguesa -en su fase de asenso-lograra dirigir el desarrollo de las fuerzas productivas y consolidar el avance de ese modo de producción social, para asegurarse la apropiación del capital social producido mediante la extracción de plusvalía. Ahora bien, en virtud de la singular conjunción en el presente de tres procesos histórico-sociales fundamentales:



• la continuidad del proceso de crecimiento y aglomeración de la población mundial,

• la descentralización integrada de los medios y métodos de producción y

• a concentración de la propiedad capitalista mediante control centralizado de mercados diversificados,
   el incesante desarrollo conduce a la universalización de las relaciones de producción.

De allí que, el sujeto histórico rector de la sociedad burguesa -el capital-traspasa en forma, velocidad y magnitud, el tipo de industria pre-monopolista, la cual necesitaba de un espacio político “nacional” que se correspondiera con el también nacional espacio de rotación del capital, dentro del cual el Estado-Nación estaba llamado a mantener la dominación de clase que garantizara las condiciones para su continua valorización. Antes de terminar el siglo XIX una nueva revolución en las fuerzas productivas (basada en la electricidad que sustituye al vapor) da origen al monopolio. Esta nueva categoría dentro de las unidades económicas -capaz de negar la libre concurrencia-es estudiada por Engels. Luego con el advenimiento de la primera guerra mundial, Lenin avanza en el estudio y comprensión de las nuevas transformaciones que estaba sufriendo el monopolio y la recomposición de la clase burguesa que, aunque hegemonizaba el desarrollo de los monopolios, también había sido sometida a cambios. Un sector minoritario de esa burguesía comprendió que, para que determinados monopolios pudieran desarrollarse más y acumular más poder, necesitaba fundirse a la maquinaria política del Estado, ya que esta herramienta le permitiría acrecentar más su capital, por poder tener acceso a determinadas instituciones, logrando aceitar más y mejores mecanismos de regulación social y control económico, incorporando grandes masas de población como potenciales “clientes” o “consumidores”, que le asegurarían suculentas ganancias. Esta etapa se denominó Capitalismo Monopolista de Estado, alcanzada la cual ya no era toda la burguesía, sino solamente una élite la que sustentaba elpoder político del Estado, pero aun dentro de las fronteras nacionales. O sea que la rotación del capital se sucedía o completaba dentro de los limites nacionales -aun teniendo en cuenta los incipientes procesos de intercambio de comercio internacional-. De esta manera llegamos al final del siglo XX, sobre todo los ’80 y ’90, donde la tercera revolución científico-tecnológica, hizo posible que esos monopolio nacionales, que se habían fundido a la maquinaria del estado, se transformaran en un conglomerado monopólico transnacional, y que los diferentes ciclos nacionales de rotación del capital se transformaran en un ciclo único transnacional, en el cual el monopolio es capaz de anular la libre concurrencia y ejercer su dominación económica a escala universal. “La consecuencia obligada del proceso de concentración transnacional de la producción y la propiedad es el asenso del sistema capitalista a un peldaño superior de centralización política, que rebasa las fronteras del Estado-Nación. Con otras palabras, el monopolio transnacional necesita colocar al mundo bajo un solo gobierno, una sola ley, un solo interés, en este caso un interés imperialista transnacional. Surge así el capitalismo monopolista transnacional”. Lenin estimaba que el proceso de absorción de todas las empresas sin excepción y de todos los estados nacionales sin excepción, seria interrumpido por el estallido de las contradicciones imperialistas: “No cabe duda de que la tendencia del desarrollo es hacia un trust único mundial, que absorberá todas las empresas sin excepción y todos los Estados sin excepción. Pero ese desarrollo se opera en tales circunstancias, con tal ritmo, en medio de tales contradicciones conflictos y conmociones -no solo económicas, sino también políticos, nacionales, etc.-que sin duda alguna antes de que se llegue a un trust mundial único, a una asociación mundial ultraimperialista de los capitales financieros, inevitablemente estallará y el capitalismo se transformará en su contrario”. El concepto de capitalismo monopolista transnacional no presupone que este haya roto toda articulación con el Estado capitalista. Mas bien, la creciente integración subalterna de los Estados por los monopolios transnacionales -en el presente-se convierte en el núcleo fundamental de la concentración transnacional de la propiedad, la producción y el poder político, que constituye el signo distintivo del imperialismo contemporáneo. La función de este núcleo de poder político transnacional -Imperialismo-es imponer normas y mecanismos que garanticen la reproducción ampliada del capital en cualquier punto del planeta, tanto mediante la acción directa de los monopolios y los estados capitalistas con que estos se encuentran fundidos, como a través de los organismos supranacionales a su servicio, como el F.M.I., el B.I.D. y el Banco Mundial.

La concentración transnacional de poder político en manos de los principales centros imperialistas, en especial los de origen norteamericano, tiene como contrapartida la desnacionalización del poder político en los estados capitalistas más débiles, y más aún en los estados capitalistas subdesarrollados. Este proceso se caracteriza por la degradación, descomposición y disolución de los estados y sus instituciones, la atrofia de sus funciones nacionales y la asunción de funciones transnacionales subordinadas. Los diferentes estados, con sus distintos grados de poder, van disminuyendo sus características de organismos soberanos nacionales, y lentamente comienzan a adquirir los códigos y patrones que le impone la voraz maquinariatransnacional, convirtiéndose progresivamente en un apéndice de su organismo.

domingo, 3 de abril de 2011

Situación Nacional

Tratar de analizar la situación política actual, nos demandará el esfuerzo de comprender cómo finalizó la década del ´90 con Menem a la cabeza. El neoliberalismo de los ´90 estuvo encabezado por el bloque más conservador y reaccionario, representantes de la alta burguesía (financiera, monopólica y agraria) que ya habían iniciado (sobre todo con la última dictadura cívico-militar) un avasallamiento sobre el estado nacional, con el objetivo de generar el andamiaje legislativo y judicial para poder llevar a cabo sus planes de saqueo de riquezas.


Durante el primer gobierno Menemista se llevó a cabo una profunda reestructuración del modelo de acumulación capitalista, a través de lo que se llamó “programa de reformas estructurales” que contemplaba una vertiginosa privatización y desprendimiento de empresas públicas y nacionales, la des-regularización generalizada de los mercados internos y la apertura externa a los flujos de mercancías y capitales, más financieros que productivos. Por supuesto todo esto pudo ser aplicado con suma precisión debido a la complicidad de la gran mayoría del sindicalismo peronista y de los diversos partidos tanto de derecha como de las mal autodenominadas izquierdas, y por una extensa y muy bien orquestada campaña periodística, de todos los grandes medios de difusión.

La mayor integración del mercado local en el mercado internacional, tuvo como resultado una fuerte presión de los monopolios internacionales hacia sus cedes locales y lo poco que quedaba de monopolio “nacional”, para poder entrar en la competencia mundial. La resultante de esto fue un alto disciplinamiento social, que consolidaría la nueva relación de fuerzas entre las clases y fracciones de clases impuestas durante la crisis inflacionaria. Esta consolidación de una nueva relación de fuerzas sería condición de posibilidad para la posterior restructuración de la acumulación y recomposición de la dominación capitalista.

La amenaza de hiperinflación, que pendía por sobre las cabezas de nuestro pueblo y de las clases subalternas, como espada de Damocles, fue la solución de más peso a la hora de contener a una clase trabajadora desconcientizada y traicionada por su dirigencia y a una mal auto denominada burguesía nacional, con los sectores medios que pensaban ser convidados de las ganancias producto de la entrega del país a los capitales que profundizaban sus lazos con el capital monopólico y financiero transnacionalizado.

Este proceso de entrega y re-estructuración capitalista no se podría haber llevado a cabo sin toda una normativa legal que le permitiera al capital poder seguir en la competencia en algunas ramas de extracción primaria con el mercado mundial, y para esto recorto ferozmente beneficios y conquistas sociales que supo conseguir la clase obrera a través del tiempo, decretando y o votando en ambas cámaras legislativas leyes de flexibilización laboral, extendiendo las jornadas de trabajo, expulsando del Estado una enorme cantidad de empleados y, en complot con el sindicalismo, avalar el despido de millones de trabajadores de todo el país.

El menemismo que se había enfrentado a la renovación peronista encabezada por Cafiero, y le había ganado la interna con la parafernalia del poncho y el caballo, y el financiamiento a través del dinero que montoneros giraba desde el exterior, hicieron posible que el pueblo abandone la desdicha radical y se suicidara con el menemismo.



En estas condiciones transcurrió la década del ´90. Ya entrado el 2001 y con de la Rúa en la gestión, el proceso de centralización y concentración de capitales seguía su marcha, pero la crisis que se venía profundizando, sobre todo por las condiciones sociales en que estaba sumergido el pueblo, estaba llegando a su punto máximo.

Es así que, en diciembre de 2001, estalla dicha crisis producto de las últimas medidas, que terminaron por rebalsar la dilatada tolerancia social con los arbitrarios manejos del capitalismo bancario y financiero trans-nacional. Nos referimos a medidas restrictivas del acceso de los ahorristas a sus propios depósitos bancarios y -por último- la restricción a las cuentas salariales y el vaciamiento de dólares de los tesoros de todos los bancos y financieras privadas: “el corralito” y “el corralón”, que ayudados por la tan conocida mano de obra desocupada del Estado pero reclutada por lo más rancio del peronismo, y ayudados por las policías provinciales -sobre todo el P.J. de la provincia de Buenos Aires- terminaron en el saqueo de comercios que fue la mecha inicial para que miles y miles de argentinos en el todo el país salieran a las calles sin ningún tipo de organización que lo dirigiera ni contuviera. Sólo la manifestación de un pueblo harto del saqueo y la expoliación capitalista.

Esta revuelta mantuvo en jaque no solo al gobierno de turno sino también a todas las instituciones del Estado por un tiempo nunca antes conocido por la clase burguesa, que tuvo que auto elegir cinco presidentes para empezar a reencauzar la institucionalidad burguesa.

El pueblo carente de toda organización política reaccionó y la burguesía se asustó como hacía años no lo sentía... Tal vez en el Cordobazo y en todo el despliegue de las fuerzas revolucionarias de fines de los ´60 y hasta mediados de los ´70 había experimentado un susto semejante.

La representación política de la burguesía, o sea el conjunto de los políticos gerenciadores del capital transnacionalizado, estaban siendo cuestionados y superados día a día por un pueblo que avasallaba las instituciones, pero sin tener en claro hacia dónde iba, provocando un severo vacío de poder.

Por supuesto, este enfrentamiento no le salió gratis al pueblo, el Estado reprimió a lo largo y ancho del país y hubo más de 30 muertos. Y dicho sea de paso, ninguno de los políticos de ese momento (que son los mismos de ahora) salieron a repudiar la represión, ni tampoco se los vió marchando junto al pueblo, reclamando a favor de éste.

El tránsito Duhaldista no hizo más que generar el espacio para que los sectores más concentrados del capital cambiasen la estrategia de extracción de plusvalía. El ciclo de extracción salvaje, financiera y parasitaria había llegado a su fin, y los había hecho comprender que la política económica que venía aplicando los estaba llevando a un callejón muy peligroso, el cual les podía generar la transformación de una situación de revuelta y sin dirección política en una insurrección dirigida políticamente.

Rápidamente el capital comenzó a redefinir su política y logró consensuar -dentro del pejotismo- la figura de Kirchner como sucesor de sus planes.

Está claro que todo esto pudo ser llevado a cabo gracias a la falta total de organizaciones políticas del campo popular con capacidad para identificar con claridad al enemigo, unificar sectores dispersos tras los intereses del proletariado, generar tácticas que les permitiera interceder en la unidad del bloque hegemónico y elevar el nivel de conciencia de las clases trabajadoras para avanzar por más en su lucha.

El kirchnerismo ha sido -y es aún- lo más lúcido que fue capaz de generar la burguesía, luego de la recuperación de la democracia, ha sabido demostrar que los grandes monopolios (tanto industriales, bancarios y financieros, como agrarios, mineros, pesqueros, petroleros, transportistas, mediáticos, etc.) han alcanzado niveles de ganancias récord en los últimos 20 años, han diversificado la producción y han logrado introducirse en el mercado mundial con precios competitivos, sin generar resquemores en la sociedad , por el contrario, supieron construir una base social y militante -tanto de izquierda como del propio justicialismo- que el propio menemismo había destruido durante su gobierno .

Con algunas concesiones importantes para el pueblo, que venía de los últimos 13 años en continuo retroceso, como aumentos salariales -a través de asociarse a las cúpulas sindicales y permitiendo que estas pulseen con el capital- disciplinado de alguna manera la exacerbada extracción de plusvalía, el otorgamiento de un millón de jubilaciones para los no a portantes, y múltiples planes de subsidios de todo tipo, lograron construir consenso, legitimaron nuevamente el Estado burgués, incentivaron la militancia político-partidaria avalada por un amplio espectro de intelectuales, artistas y personas destacadas de la cultura, cubriendo así un vació que la burguesía arrastraba desde hacía más de una década. Tuvieron la iniciativa de reabrir algunas de las causas por la represión genocida de la última dictadura, sobre todo las más resonantes. De esta manera lograron sumar adhesiones a su proyecto político, esencialmente porque fueron capaces de imprimirle un nuevo empujón a los juicios, que habían tenido una primera etapa con el enjuiciamiento a la junta con el alfonsinismo, y antes -como hoy está comprobado- que el enjuiciamiento de los crímenes de la dictadura sea una causa sentida por una gran mayoría de nuestro pueblo.

Estamos a favor de que estos juicios sigan en camino, sin embargo, el enjuiciamiento a los militares es sólo una pequeña parte de la deuda que tenemos con los compañeros desaparecidos o muertos por la dictadura. Antes como ahora la reivindicación de los derechos humanos tienen que ver con la igualdad de posibilidades para todos, para conseguir trabajo y que este bien remunerado, tener acceso a una salud de alta complejidad que atienda a las necesidades de las personas, tengan o no dinero, que nuestra educación sea moderna atendiendo a las necesidades de investigación que demanda la actual sociedad del conocimiento, que la cultura se encuentre al alcance de todos y en todo nuestro territorio. Dejar que el gobierno maneje las consignas es simplificar en los juicios lo que significaba un proyecto de país diferente.

El campo popular no está teniendo organizaciones capaces de disputar ideológicamente a la burguesía la dirección de las reivindicaciones históricas de nuestro pueblo, caen continuamente en luchas insignificantes, por no tener un verdadero proyecto político que sea alternativa a este sistema. Luchan por ganar un simple lugar en una plaza como si ese fuera el objetivo de la lucha, se siente que les han arrebato las banderas de los DDHH, históricas de la izquierda y hoy en manos del gobierno. Y no solamente el gobierno se apropió de estas banderas sino que le impone un sello peronista como si todos los desaparecidos hubiesen pertenecido a sus filas, y no a una amplia gama de organizaciones del campo popular y revolucionario.

Con esto queremos decir que la burguesía ha llenado de alguna manera todo un espacio político, cultural, educacional, ideológico en su concepción, capaz de imponerse hegemonizando los diferentes campos, captando no solamente a su militancia creída de estar realizando una revolución sino también a todo el espectro de partidarios de la izquierda reformista que piensan que en este país para ser revolucionario hay que ser peronista y que el único sistema posible es éste capitalismo de apariencia humana.

Sin embargo, es importante recalcar, que el problema esencial no es que la burguesía tenga un proyecto hegemónico para asegurar su dominación; sino que este posible y estable porque el campo popular, que recién ahora empieza a despertar de un largo letargo, todavía no ha logrado construir una organización que los represente, que plasme sus necesidades a corto, mediano y largo plazo, que elabore políticas para cambiar las relaciones de poder y genere las condiciones para que el sistema se transforme en un sistema de producción socializada y deje de ser un sistema capitalista de apropiación privada.